Hace tres años que sufro una afección estomacal no concluyente y bastante molesta que, por cierto, no está relacionada con el estrés, lo que significa que no es una úlcera, porque los ardores, las náuseas y el dolor que siento en la parte superior del abdomen no siguen ninguna pauta. Nunca sé cuándo va a ocurrir. Puedo estar en casa en un ambiente de lo más relajado bebiendo agua mineral natural, sin estrés ni agobios, y de repente, paf, escopetazo en el estómago a quemarropa. Y luego puedo hacer cien conciertos seguidos, meterme ácido bórico por un tubo y asistir a trescientas mil entrevistas en televisión y no soltar ni un solo eructo. Mi caso ha dejado a los médicos sin más ideas que las habituales: ‘Kurt, toma otra pastilla para la úlcera péptica y vamos a meterte por la garganta este tubo de fibra óptica con una cámara de video en el extremo que se llama endoscopio por tercera vez a ver qué pasa por ahí. Sí que te duele, sí. Tienes el estómago sumamente inflamado y rojo. De ahora en adelante prueba a comer helado, a ver qué pasa’. Por favor, Dios. A la mierda los discos exitosos, hazme dueño de una enfermedad estomacal extraña e inexplicable que lleve mi nombre. Y que sea el título de nuestro próximo álbum doble: La enfermedad de Cobain. Una ópera rock sobre un joven anórexico tipo Auschwitz que vomita jugos gástricos. Y de regalo un video casero sobre el endoscopio. Así que después de tomar bebidas proteínicas, de hacerme vegetariano, de practicar ejercicio, de dejar de fumar y de consultar a un montón de médicos, decidí aliviar mi dolor con pequeñas dosis de heroína durante tres semanas enteras. La cosa sirvió de paliativo un tiempo, pero luego volvió el dolor, así que lo dejé. Fue una estupidez y no volveré a hacerlo nunca más.”
> “Decidí consumir heroína a diario debido a una dolencia estomacal que llevaba sufriendo desde hacía cinco años y que me había llevado literalmente a pensar en el suicidio. Todos los días de mi vida durante cinco años. Cada vez que tragaba un bocado de comida sentía un dolor atroz que me daba náuseas y ardores en la boca del estómago. El dolor se volvía aún más fuerte cuando iba de gira debido a la falta de unos hábitos alimentarios correctos y regulados, y de una dieta adecuada. Desde el comienzo de dicha afección me he sometido a diez intervenciones distintas en las zonas gastrointestinales superiores e inferiores que han reveladouna inflamación brutal en el mismo punto. He consultado a quince médicos distintos y he probado unos cincuenta medicamentos para la úlcera. Lo único que he visto que funcionaba eran los opiáceos fuertes. Había muchas veces que me veía literalmente incapacitado en la cama durante semanas, vomitando y muriéndome de hambre. Y llegué a la conclusión de que bien podría ser un yonqui si ya me sentía como tal. Tras la última gira europea juré que no volvería a ir de gira a menos que pudiera ocultar o resolver mi problema de salud. Me pasé cerca de un mes inyectándome heroína, pero luego me di cuenta de que no podría conseguir drogas cuando fuéramos a Australia o Japón, así que Courtney y yo nos desintoxicamos en la habitación de un hotel. En Australia tuvimos que cancelar unos cuantos conciertos porque el dolor me dejaba inmóvil, doblado en dos en el suelo, vomitando agua y sangre. Me estaba muriendo literalmente de hambre. Bajé de peso hasta casi cincuenta kilos. Siguiendo el consejo de mi manager, me llevaron a un médico que me dio fiseptona. Las pastillas parecieron funcionar mejor que cualquier otra cosa que hubiera probado antes. Poco después de reanudar la gira vi que en la letra pequeña del frasco decía: ‘Fiseptona: contiene metadona’. Otra vez enganchado. Sobrevivimos a Japón, pero para entonces los narcóticos y la gira ya habían empezado a hacer mella en mi cuerpo. Y no me encontraba mucho mejor de salud que cuando dejaba la droga. Al volver a casa me encontré con que Courtney se había vuelto a enganchar, así que ingresamos en un centro de desintoxicación donde permanecimos dos semanas. Ella se recuperó. A mí me volvieron al instante los mismos dolores y náuseas de siempre, y decidí suicidarme o acabar con el dolor. Me compré una pistola, pero me decanté por las drogas. Seguí con la heroína hasta un mes antes de la fecha prevista de nacimiento de Frances.”
uff! tenas tener que pasar por todo eso
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